
A nadie se le escapa que Argentina se
encuentra condicionada por contradicciones insostenibles. Una carestía
de más del 30 por ciento al año demuele los ingresos de los
trabajadores. Un déficit fiscal, del orden de los 100 mil millones de
pesos, no encuentra otro financiamiento más que el de los fondos de la
Anses y la emisión del Banco Central (una deuda que jamás será
cancelada), lo que ha dado lugar (por lo cual es, hasta cierto punto más
grave) a la imposición permanente de un impuesto a los salarios. Esta
misma crisis fiscal ha llevado al abuso extremo de hurtar tres puntos
del ajuste semestral a los jubilados, quienes en un 70 por ciento recibe
menos de 1.900 pesos al mes. Una importación de petróleo y gas por 12
mil millones de dólares, resultado de un gigantesco vaciamiento
energético, arrasa con las reservas internacionales y ha forzado al
gobierno a establecer un ‘cepo cambiario’, el cual ha provocado una
enorme devaluación del peso. Un 35 por ciento de los trabajadores se
encuentra en negro y son aún más los tercerizados y precarios, lo que
significa salarios menores y una carencia de protección previsional y
sanitaria. Un 70 por ciento de la masa laboral gana en promedio 3.000
pesos al mes; la desocupación no es ‘de un dígito’ (como propalan los
punteros del oficialismo), sino de alrededor de un 15 por ciento de la
población activa -una vez que se incluya ahí a los que trabajan en los
planes sociales. Con la subocupación, el desempleo real supera el 20 por
ciento. En 2012, la población ocupada en empleos reales cayó en 300 mil
personas. La deuda pública (con los acreedores internacionales, la
Anses, el Banco Central y el Nación) pasó la línea de los 200 mil
millones de dólares, sin contar los intereses. Esto significa un aumento
del 40 por ciento, luego de una década de ‘desendeudamiento’.
Crisis política
Estamos frente a algo más que al enésimo fracaso de una tentativa
‘nacional y popular’. El proyecto formulado por Néstor Kirchner
-”reconstruir la burguesía nacional”- se ha consumido en una masa
irrecuperable de subsidios, en la formación de un ‘capitalismo de
amigos’, en el vaciamiento energético y en una descomunal corrupción. El
llamado de socorro al pulpo de Rockefeller, la estadounidense Chevron,
es un testimonio del derrumbe de la pretendida ‘recuperación de
soberanía’ y la confesión expresa de que la estatización parcial de YPF
no es otra cosa que una reprivatización.
Es falso lo que dicen los pseudo opositores -quienes han gobernado y
hundido al país en las gestiones pasadas- de que la catástrofe actual es
la consecuencia exclusiva de ‘una mala gestión económica’. Es, por
sobre todo, una expresión de la
bancarrota
del capitalismo, cuyo alcance es mundial. No hay que olvidar que ‘la
gestión K’ fue, en su comienzo, una respuesta a la bancarrota de 2001/2,
cuyo epicentro fue mundial (la crisis de Asia y Rusia, en 1997/9; la
norteamericana, en 2000/2; la brasileña -fulminante-, a partir de 1999).
La gestión K es una copia de la gestión Obama o de la gestión Merkel:
emisión de billones y billones de dólares y de euros para rescatar a un
capital quebrado y subsidiar una fracasada ‘recuperación económica’.
Centenares de millones de desocupados y jubilados están pagando en el
mundo la factura del rescate capitalista. La ‘mala gestión K’ es un
producto derivado de las contradicciones insuperables que plantea la
crisis capitalista.
Nosotros, la izquierda, nos plantamos no solamente frente a una crisis de gobierno, sino frente a una crisis de sistema.
Quién es quién
Esta es la diferencia fundamental que nos separa de la pseudo oposición
representada por los Binner, Macri o De Narváez, o de la que pretende
encarnar Scioli desde el oficialismo. Incluso de ‘Pino’ Solanas, quien
aboga por un frente con un agente asumido del gran capital agrario -como
lo es Hermes Binner.
Más prosaicamente: ¿quiénes son los responsables de los aumentos
siderales del ABL, los impuestos a la vivienda, las tasas municipales o
las tarifas del transporte? ¿No son los Binner, Macri, De la Sota y la
ristra de gobernadores oficialistas? ¿No son ellos mismos los que
aumentan en forma vertiginosa los endeudamientos de las provincias con
bonos que se ajustan al dólar? ¿No es esta deuda creciente la que
permite sacar capitales del país y la que convierte una deuda interna en
una deuda internacional?
Esta pseudo oposición se divide en dos bloques: el ‘centroderecha’, que
plantea un retorno al menemismo, y el ‘centroizquierda’, que quiere
reconstituir la Alianza. Hugo Moyano, que alguna vez dijo que debían
gobernar los trabajadores, fogonea una alianza con De Narváez y De la
Sota. La burocracia sindical, ella misma empresaria, se alinea con los
partidos capitalistas que ya han fracasado en forma reiterada. En el
centro del programa de estos dos bloques hay un punto de fierro: un
violento ‘ajuste’ contra los trabajadores para viabilizar una
megadevaluación del peso. ¡Es el camino que ya recorre el gobierno!
Nosotros, la izquierda, decimos: está en juego, en la presente crisis,
un nuevo giro estratégico de la burguesía nacional, cuyos platos rotos
pagarán (y ya están pagando) los trabajadores. Es necesaria una acción
autónoma de las fuerzas del trabajo y de la juventud para desbaratar
estos planes. Asimismo, la posibilidad de una acción política autónoma
de los trabajadores no pasa por la burocracia sindical o sus voceros,
sino por la unión de los trabajadores con la izquierda que lucha y
organiza los lugares de trabajo y los espacios de la juventud.
Elecciones y luchas
Las elecciones de 2013 están marcadas como punto de definición de la
presente crisis política. Este hecho nos plantea lanzar desde ya la
campaña electoral de la izquierda, para que las elecciones no sean una
disputa entre los mismos perros con distinto collar. También para que
las mismas sirvan para abrir paso a una nueva alternativa histórica. Los
trabajadores tampoco esperan las elecciones con los brazos cruzados,
como lo demuestran las movilizaciones de 2012 y la primera huelga
general contra el gobierno K. ¡No pueden tampoco paralizarse, cuando la
inflación es galopante, se suman tarifazos e impuestazos, y el gobierno
quiere reglamentar las paritarias más de lo que ha hecho en los años
previos! Los sectores populares más vulnerables han iniciado acciones
desesperadas (saqueos a supermercados) ante el derrumbe de los planes
sociales y las disputas de los intendentes y gobernadores oficialistas.
Este protagonismo obrero y popular refuerza la importancia estratégica
de las elecciones de 2013. Nosotros, la izquierda, planteamos
insistentemente -en contraste con el inmovilismo o las acciones
aisladas, y con la política de subordinación de las burocracias a los
partidos de la pseudo oposición- un plan de lucha. No solamente esto:
¡planteamos intervenir en estas luchas como una alternativa política
actuante y no como un factor de presión sindical! Uno de los factores
más importantes para conseguir la victoria de las luchas que jalonarán
2013 es la conciencia política con la que participen en ella una masa
cada vez mayor de trabajadores.
Iniciamos esta campaña electoral, también, para sacudir el inmovilismo o
la vacilación que existe en las filas de la izquierda, incluso el
apoliticismo. Toda crisis plantea una cuestión de poder. La izquierda no
puede ignorarla: tiene la obligación de determinar su política frente a
esta cuestión. La campaña electoral de 2011 sacó a la izquierda de la
marginalidad política, pero aún estamos lejos de ocupar el centro del
escenario -incluso cuando nuestra influencia crece a pasos firmes en los
lugares de trabajo y de estudio, en los movimientos ambientales y de la
cultura, así como en sindicatos y organizaciones masivas. El año 2013
plantea la posibilidad de una revolución política en el tablero
nacional, si la izquierda se empeña a fondo en el desarrollo de una
campaña autónoma, estrechamente ligada a los trabajadores y a la
juventud. Esa revolución política -convertir a la izquierda en un
movimiento de masas- es la que convertirá a los trabajadores en una
alternativa de poder.
VENI CON NOSOTROS, LA IZQUIERDA.
NESTOR PITROLA, candidato a diputado por la Provincia de Buenos Aires
JORGE ALTAMIRA, candidato a diputado por la Ciudad de Buenos Aires.