Con la presencia de Nestor Pitrola (dirigente del Partido Obrero); Jorge Hospital (Agrupación Causa Ferroviaria Mariano Ferreyra); Ariel Patitucci (Historiador); Lisandro Martinez (autor) y La coordinación de "Turco" Palacci.
domingo, 4 de marzo de 2012
Presentación del Libro: "Mariano Ferreyra, un crimen de Estado contra la clase obrera.
Con la presencia de Nestor Pitrola (dirigente del Partido Obrero); Jorge Hospital (Agrupación Causa Ferroviaria Mariano Ferreyra); Ariel Patitucci (Historiador); Lisandro Martinez (autor) y La coordinación de "Turco" Palacci.
jueves, 10 de noviembre de 2011
UN LOGRO MÁS DE MÚSICOS ORGANIZADOS
Paren la rotativas! Músicos Organizados logró que Cultura Nación cumpla con la promesa del circuito de música en vivo para 144 músicos, FESTEJEMOS COMPAÑEROS Y VAMOS POR MÁS!
Más info el lunes 14/11 a las 20:30 hs en la asamblea abierta del MO de Lomas, Bar-Centro Cultural SOMOS, Av. Alsina 1165 entre Gallo y Peña, Banfield.
viernes, 4 de diciembre de 2009
Roma: una ocupación de fábrica con Mario Monicelli
“El cine no morirá jamás, ha nacido y no puede morir: morirá la sala cinematográfica, tal vez,
pero esto no me importa”.
Mario Monicelli, cuando obtuvo el León de Oro a la trayectoria en el Festival de Venecia de 1991.
En la periferia industrial de Roma, en Tiburtina, la fábrica Eutelia, una de las más importantes del área informática de Italia, fue cerrada por sus dueños, quienes despidieron a 1.200 trabajadores. Hace más de un mes, la fábrica fue ocupada por sus operarios y puesta a producir. El 10 de noviembre, los trabajadores repelieron un ataque de bandas parapoliciales (“vigilantes”). El 25 de noviembre, fue realizado un acto-festival en la fábrica, con oradores y grupos musicales, para recibir solidaridad y dar a conocer la lucha. Allí fui yo.
El acto era bastante pequeño, poco numeroso. Los oradores sindicales (Fiom-Gil) apelaban a la sensibilidad de las autoridades, fustigaban a los dueños por “su mala gestión empresaria”, criticaban a los medios. Hasta que un orador, bien avanzado en años, tomó la palabra y, hablando con energía, responsabilizó al capitalismo y llamó a la unidad de los ocupantes de Eutelia con los demás trabajadores de Italia que luchan por los mismos motivos, en especial los sardos y venecianos de Alcoa (que dos días después enfrentaron a la policía, en manifestaciones en las calles de Roma).
¿Quien era él? Nada menos que Mario Monicelli, el director y guionista de La armada Brancaleone, Los compañeros, Los desconocidos de siempre, Brancaleone en las Cruzadas, Amigos míos, Parenti Serpenti, Romanzo Popolare y tantos otros filmes que ya son parte de los clásicos del cine italiano y de la cultura universal. Es el único director italiano que consiguió reunir en un solo film a Alberto Sordi y Totó, los dos mayores comediantes del cine italiano de todos los tiempos.
Estaba allá, con sus 95 años (sí, 95) hablando con la energía de un muchacho, llamando a la unidad de los trabajadores, destacando y animando el papel de las mujeres en la lucha de clases; él, que lo filmó como ninguno en la fantástica película Los compañeros en 1961 (Mario Monicelli, Marcello Mastroianni, Renato Salvatori, Annie Girardot: mucho tiempo pasará hasta que otro film pueda reunir a cuatro genios como esos...), cuando los movimientos feministas en Europa y en el mundo apenas daban los primeros pasos.
Fui a hablar con él. El vencedor de los festivales de Venecia y Berlín estaba sentado en medio de los obreros, bebiendo su café. La conversación no fue fácil. El había comenzado a tener problemas auditivos (se niega a utilizar los audífonos), pero fue suficiente para decirme que “continúa más comunista que nunca”. Hablaba con cualquiera que quisiera hablar con él, incluso conmigo.
Pensé: no soy de la generación de Internet y del celular, del I-phone y de Skype, ni de los viajes fáciles para cualquier lugar, y no me considero una persona de suerte por eso (más bien lo contrario); pero soy de la generación a la cual Monicelli (y los pocos que estaban a su altura) le enseñó (después de pasar por el fascismo y por la guerra) cosas que hoy nos hacen sonreír cuando vemos (o leemos): “deconstrucciones” de los “occidentalismos” (y de los “orientalismos” ad hoc), defensas de los “multiculturalismos” –o “reinclusiones” de los “excluidos de la historia”– en un festival de populismos intelectuales paternalistas de tercera categoría, que se presentan “como novedad”. Sin hablar de algunas creaciones “cinematográficas” hollywoodenses o no, que al lado de los filmes de Monicelli parecen obras de estudiantes de cine de primer año desorientados.
Monicelli nos hizo vivir lo sublime y lo ridículo de los desempleados/ladrones ‘amateurs’ del capitalismo moderno (en Los desconocidos de siempre); nos mostró cómo los “excluidos” se “incluían” solos (en Los Compañeros), y cómo se fusionaban en un partido obrero con la intelectualidad revolucionaria... y también ingenua (¡Mastroianni!), justamente por revolucionaria. Y las dos “Brancaleone” son mucho más que “comedias italianas”: décadas antes que se convirtiera en moda, Monicelli hizo explotar, a carcajadas, todos los centrismos euro-cristianos. Encuentros como el de Monicelli/Gassman sólo aparecen dos o tres veces en un siglo. Otro genio del siglo XX, lamentablemente muerto prematuramente). Bernard-Marie Koltes acabó con todo el racismo anti-árabe que lastima en Europa, con una sola frase: “Si en Francia no hubiese árabes, sería igual a Suiza”.
Monicelli, el único intelectual italiano en la ocupación de la fabrica, con sus 95 años, uno de los mayores directores de cine del siglo XX y también del siglo XXI (quien lo dude que vea Cartas de Palestina, de 2002, o La Rosa del Desierto, de 2007), un joven casi centenario, por artista y comunista.
‘Ciao’, gran Mario, nos vemos en la próxima ocupación de fabrica, para hablar de internacionalismo y comunismo. Monicelli se quedó hasta el final del acto, después lo acompañamos hasta el lugar donde tomó, solo, un taxi que lo llevó a su casa; yo fui caminando hasta la parada del ómnibus, pensando que, finalmente, soy un adolescente.
viernes, 9 de octubre de 2009
La muerte de Mercedes Sosa
Una voz popular
El amor popular es un signo inaudito entre los artistas: pocos llegan a la estatura que permite que sus seguidores se declaren en estado de incondicionalidad. El repertorio de canciones elegido por Mercedes Sosa, que desde luego cantaba con una voz única, lograba una comunidad con el auditorio. Sus canciones estuvieron dirigidas a la vida de las mayorías, a las luchas, a las ansias de libertad. Además de una voz privilegiada, Sosa tuvo la virtud de saber elegir los autores de sus canciones: desde Silvio Rodríguez a León Gieco, desde Charly García a Víctor Jara, desde Pablo Milanés a Violeta Parra, su repertorio conforma un muestrario de una música inspirada y dirigida hacia los sectores populares.
Consagrada por su gran llegada al público, no se apartó de una senda latinoamericanista en sus canciones y, en 1973, al producirse el golpe de Estado de Pinochet y el derrocamiento de Salvador Allende en Chile, decidió no volver a cantar en ese país hasta que cayera el dictador.
Cuando se produjo el golpe militar de Videla en el país, decidió quedarse, a pesar de que se prohibieron sus discos. Su decisión concordaba con la política del Partido Comunista, que no fue ilegalizado por la dictadura, aunque Sosa no llegó a elogiar al gobierno militar como sí hizo su partido. En 1978, durante un recital en La Plata, fue detenida en el escenario mientras la policía se llevaba al público. Se exilió, entonces, en Francia y España.
En 1982 regresó a la Argentina para una serie de recitales en el teatro Opera. Cada uno de esos conciertos se convirtió en un hecho político, social y cultural: el público cantaba consignas contra los militares y estallaba en aplausos y gritos cuando terminaba su canción Los hermanos, de Atahualpa Yupanqui, cuya letra culmina con la palabra “libertad”, que era coreada por la multitud. Semanas después de los recitales, Galtieri comenzaría la guerra de las Malvinas y poco después caería la dictadura.
Las manifestaciones políticas de Mercedes Sosa estuvieron signadas por oscilaciones tremendas, signo de la desorientación a la que se ven sometidos los artistas que no logran empalmar su pensamiento político con el programa revolucionario. Comunista desde la década del ’50, no dudó en apoyar al radicalismo de Alfonsín cuando regresó la democracia y, luego, se mostró entusiasta con las variantes más variopintas del centroizquierdismo. En 2003, brindó su apoyo a la candidatura del derechista Mauricio Macri como jefe de Gobierno porteño. Más tarde, expresó su adhesión al gobierno kirchnerista, que mantuvo hasta su muerte.
El legado de su obra artística perdurará en el imaginario social argentino por mucho tiempo, como sucede cada vez que un artista verdadero muere. Quedan también algunos de sus gestos: en 1995 decidió no cantar en Tucumán, su tierra natal, mientras el genocida Bussi fuera gobernador. Dieciséis días después del retiro de Bussi del gobierno, ofreció un recital en San Miguel. Queda el recuerdo de su llamado, durante un concierto, a aportar al fondo de huelga de Atlántida y cómo rebalsaron entonces las alcancías. Quedan las imágenes y grabaciones del recital de Managua, durante la revolución sandinista, cuando ante decenas de miles de personas entonó Cuando tenga la tierra y el público vibró ante estos versos: “Cuando tenga la tierra, / la tendrán los que luchan, / los maestros, los hacheros, los obreros”. Quedan Mercedes Sosa y su música en la memoria popular y servirá su vida, también, a la hora de hacer un balance acerca de las necesidades políticas de la clase obrera.