viernes, 4 de diciembre de 2009

Roma: una ocupación de fábrica con Mario Monicelli

El cine no morirá jamás, ha nacido y no puede morir: morirá la sala cinematográfica, tal vez,
pero esto no me importa
”.

Mario Monicelli, cuando obtuvo el León de Oro a la trayectoria en el Festival de Venecia de 1991.

En la periferia industrial de Roma, en Tiburtina, la fábrica Eutelia, una de las más importantes del área informática de Italia, fue cerrada por sus dueños, quienes despidieron a 1.200 trabajadores. Hace más de un mes, la fábrica fue ocupada por sus operarios y puesta a producir. El 10 de noviembre, los trabajadores repelieron un ataque de bandas parapoliciales (“vigilantes”). El 25 de noviembre, fue realizado un acto-festival en la fábrica, con oradores y grupos musicales, para recibir solidaridad y dar a conocer la lucha. Allí fui yo.

El acto era bastante pequeño, poco numeroso. Los oradores sindicales (Fiom-Gil) apelaban a la sensibilidad de las autoridades, fustigaban a los dueños por “su mala gestión empresaria”, criticaban a los medios. Hasta que un orador, bien avanzado en años, tomó la palabra y, hablando con energía, responsabilizó al capitalismo y llamó a la unidad de los ocupantes de Eutelia con los demás trabajadores de Italia que luchan por los mismos motivos, en especial los sardos y venecianos de Alcoa (que dos días después enfrentaron a la policía, en manifestaciones en las calles de Roma).

¿Quien era él? Nada menos que Mario Monicelli, el director y guionista de La armada Brancaleone, Los compañeros, Los desconocidos de siempre, Brancaleone en las Cruzadas, Amigos míos, Parenti Serpenti, Romanzo Popolare y tantos otros filmes que ya son parte de los clásicos del cine italiano y de la cultura universal. Es el único director italiano que consiguió reunir en un solo film a Alberto Sordi y Totó, los dos mayores comediantes del cine italiano de todos los tiempos.

Estaba allá, con sus 95 años (sí, 95) hablando con la energía de un muchacho, llamando a la unidad de los trabajadores, destacando y animando el papel de las mujeres en la lucha de clases; él, que lo filmó como ninguno en la fantástica película Los compañeros en 1961 (Mario Monicelli, Marcello Mastroianni, Renato Salvatori, Annie Girardot: mucho tiempo pasará hasta que otro film pueda reunir a cuatro genios como esos...), cuando los movimientos feministas en Europa y en el mundo apenas daban los primeros pasos.

Fui a hablar con él. El vencedor de los festivales de Venecia y Berlín estaba sentado en medio de los obreros, bebiendo su café. La conversación no fue fácil. El había comenzado a tener problemas auditivos (se niega a utilizar los audífonos), pero fue suficiente para decirme que “continúa más comunista que nunca”. Hablaba con cualquiera que quisiera hablar con él, incluso conmigo.

Pensé: no soy de la generación de Internet y del celular, del I-phone y de Skype, ni de los viajes fáciles para cualquier lugar, y no me considero una persona de suerte por eso (más bien lo contrario); pero soy de la generación a la cual Monicelli (y los pocos que estaban a su altura) le enseñó (después de pasar por el fascismo y por la guerra) cosas que hoy nos hacen sonreír cuando vemos (o leemos): “deconstrucciones” de los “occidentalismos” (y de los “orientalismos” ad hoc), defensas de los “multiculturalismos” –o “reinclusiones” de los “excluidos de la historia”– en un festival de populismos intelectuales paternalistas de tercera categoría, que se presentan “como novedad”. Sin hablar de algunas creaciones “cinematográficas” hollywoodenses o no, que al lado de los filmes de Monicelli parecen obras de estudiantes de cine de primer año desorientados.

Monicelli nos hizo vivir lo sublime y lo ridículo de los desempleados/ladrones ‘amateurs’ del capitalismo moderno (en Los desconocidos de siempre); nos mostró cómo los “excluidos” se “incluían” solos (en Los Compañeros), y cómo se fusionaban en un partido obrero con la intelectualidad revolucionaria... y también ingenua (¡Mastroianni!), justamente por revolucionaria. Y las dos “Brancaleone” son mucho más que “comedias italianas”: décadas antes que se convirtiera en moda, Monicelli hizo explotar, a carcajadas, todos los centrismos euro-cristianos. Encuentros como el de Monicelli/Gassman sólo aparecen dos o tres veces en un siglo. Otro genio del siglo XX, lamentablemente muerto prematuramente). Bernard-Marie Koltes acabó con todo el racismo anti-árabe que lastima en Europa, con una sola frase: “Si en Francia no hubiese árabes, sería igual a Suiza”.

Monicelli, el único intelectual italiano en la ocupación de la fabrica, con sus 95 años, uno de los mayores directores de cine del siglo XX y también del siglo XXI (quien lo dude que vea Cartas de Palestina, de 2002, o La Rosa del Desierto, de 2007), un joven casi centenario, por artista y comunista.

‘Ciao’, gran Mario, nos vemos en la próxima ocupación de fabrica, para hablar de internacionalismo y comunismo. Monicelli se quedó hasta el final del acto, después lo acompañamos hasta el lugar donde tomó, solo, un taxi que lo llevó a su casa; yo fui caminando hasta la parada del ómnibus, pensando que, finalmente, soy un adolescente.

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