martes, 15 de diciembre de 2009

LAS ELECCIONES EN BOLIVIA

El significado de la victoria de Evo Morales

Evo arrasó con una votación masiva luego de haber logrado dar estabilidad al régimen político del altiplano. No es poco decir, si se tiene en cuenta que el reelegido presidente asumió en medio de una crisis revolucionaria profunda.

Morales ganó incluso en la llamada “media luna”: ganó en Tarija (49 a 40 del derechista Manfred Reyes Villa) y se imponía en Pando. El lunes 7 persistía un empate técnico en Santa Cruz (43,5 por ciento el MAS; 43,2 el Plan Progreso para Bolivia, PPB). Sólo en la atrasada amazonía del Beni la derecha lograba ventajas claras. He ahí el reflejo electoral de la derrota de la sedición derechista en setiembre de 2008.

Las elecciones del domingo 6 muestran el cierre provisorio de un ciclo político: el comenzado con la insurrección de octubre de 2003 en la “guerra del gas”, que derrocó al gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. A su modo, la emergencia de Morales es producto de aquel levantamiento popular, que él, con la enorme ayuda de la Central Obrera Boliviana (COB) se ocupó de desviar hacia un recambio “constitucional”, de modo de impedir que la insurrección encontrara el camino del poder y permitiera la asunción de Carlos Mesa.

Las leyes inviolables

Para entender la sustancia del gobierno del MAS, antes que a Morales se debe interrogar a su vicepresidente, Álvaro García Linera, arquitecto del programa que se aplica hoy en Bolivia, que él llama “capitalismo andino”.

En una entrevista con Clarín (5/12), cuando se le pregunta si se expropiarán tierras en su nuevo periodo de gobierno, contesta:

“Jamás iremos en contra de una Constitución que nosotros mismos hemos construido, y ahí están los parámetros sobre la tierra: extensión máxima, respeto a la propiedad (...) Ni locos iremos contra la Constitución”. Ni locos expropiarán una sola parcela. El punto sobre “extensión maxima” de la propiedad territorial es una falacia, puesto que no afecta a los latifundios actuales y, por lo tanto, no resuelve la cuestión del campesinado sin tierra.

Linera es muy claro: la nueva Constitución Política del Estado establece el respeto inviolable por la propiedad privada y prohíbe cualquier incautación de tierras. La vieja consigna de la revolución de 1952, “tierras al indio”, no será cumplida por el gobierno indigenista. Era cosa sabida, pero constituye todo un símbolo que Linera lo recuerde un día antes de la arrasadora victoria electoral de su partido.

A partir de esa línea gruesa, las finas se advierten en toda su magnitud.

Por ejemplo, no tuvo demasiada difusión en la prensa el viaje relámpago que, pocos días antes de las elecciones, hizo a Bolivia el presidente de Repsol, Antonio Brufau. El titular del pulpo petrolero y Evo Morales “aprovecharon la ocasión para estrechar unos lazos de amistad y cercanía que subrayan un clima de entendimiento y cooperación mutua” (Buenos Aires Económico, 6/12). No es para menos: las concesiones recibidas por Repsol violan incluso, en buena medida, el limitado decreto de nacionalización petrolera de 2006.

Esas concesiones, por cierto, no han impedido que por falta de inversiones de las empresas decreciera la producción de gas, al punto que Bolivia, durante los tres últimos años, sólo ha podido venderle a la Argentina 3 millones de metros cúbicos diarios contra los 7,7 millones comprometidos. Es más: los amplios planes sociales que le dieron a Morales buena parte del alud de votos recibidos el domingo 6, debieron limitarse porque el Estado tuvo que suplir esa falta de inversiones de los privados, lo cual también se opone al decreto de nacionalización.
Esa nacionalización, en verdad, no nacionalizó nada. Sólo ha obligado a los pulpos a pagar determinadas tasas y ni siquiera eso se cumple, porque como denunciara Andrés Soliz Rada, ex ministro de Hidrocarburos, las empresas adulteran las declaraciones sobre sus volúmenes de producción y el gobierno no las controla. Aun así, esas tasas, junto a los precios extraordinarios del petróleo entre 2006 y 2008, permitieron al gobierno distribuir 320 millones de dólares anuales en asistencia social, mediante bonos de cobertura a diversos rubros (ancianidad, escolaridad, maternidad y otros).

Por todo eso, y porque fue capaz de contener y diluir el levantamiento popular de 2003 y el de 2005, y de evitar que la movilizacion campesina aplastara a la derecha en 2008, Evo Morales se ha ganado la confianza de la burguesía, especialmente la de Santa Cruz.

¿Y ahora?

La COB, después de facilitar la superación “constitucional” de la insurrección que derrocó a Sánchez de Lozada en 2003, pasó a una gritería abstencionista estéril para volver, ahora, a una adaptación en toda la línea al gobierno nacionalista. Así, mientras la actual conducción de la COB se propone convocar a un congreso para “refundar” programáticamente a la central (eliminar de su programa el objetivo histórico del gobierno obrero), su ex ejecutivo Jaime Solares (el abstencionista de 2005) fracasó en su intento de postularse a la presidencia aliado con un sector de la derecha, después de fracasar también su proyecto de acuerdo con otra franja derechista (cooptada luego por el MAS), en ese caso con la cobertura “izquierdista” del PST y el MST bolivianos. El POR, una vez más, se refugió en la abstención.

En definitiva, el proceso de la revolución boliviana ha ingresado en un nuevo periodo, distinto del que se abrió en octubre de 2003. Una dirección política históricamente consistente debería acompañar la experiencia de las masas atrapadas (por el momento) en el nacionalismo burgués indigenista, en la perspectiva de recuperar la independencia de clase que se encuentra en la base de la riquísima tradición de lucha del proletariado boliviano.

No hay comentarios: