jueves, 6 de agosto de 2009

NACIONALICEMOS EL GAS, Y PUNTO

Las tarifas del gas han subido un 400 por ciento.

¿Por qué?

Una, para engordar a las petroleras, que reclaman el precio internacional. La otra, para engordar a De Vido, que maneja el ‘cargo fijo’ que financia los fondos que importan gas a ese precio internacional.

El precio del gas debe estar de acuerdo con el costo de producirlo, no con la ganancia rentística de los pulpos internacionales.

Un barril de cinco dólares no puede venderse al precio de sesenta o setenta dólares (aunque el año pasado llegó a 150).

¿Cómo conocer cuál es ese costo?

Simplemente, mediante la apertura de los libros de esos pulpos, por parte de una comisión popular.

Los pulpos dicen que sin una tarifa más alta no pueden invertir, pero las carradas de dinero que ganaron hasta ahora, las invirtieron, en su mayor parte, en otros lugares.

Repsol se transformó, de una estación de servicio en España en un pulpo internacional, gracias al saqueo de YPF, que compró contratando una deuda que luego canceló con las ganancias que le rindieron los yacimientos estatales.

Repsol vació las reservas comprobadas que había registrado la YPF estatal.

En poco tiempo más tendremos que importar mayores cantidades de gas y comenzaremos a importar petróleo.

Se lo tendremos que comprar a estos mismos pulpos, que explotan el negocio en Bolivia o Brasil.

Preguntamos: ¿será cierto que los sojeros Macri, De Narváez, Carrió, Binner se oponen al tarifazo, y que quieren que paguemos una tarifa del gas acorde con el costo de producción?

Si reclaman el precio internacional de la soja para los sojeros, con impuestos rurales ridículos y sin retenciones, ¿será cierto que el precio del gas lo quieren poner al nivel del bolsillo de la gente?

Estos ‘opositores’ se cuelgan de la indignación por el tarifazo para imponer su propio plan económico, ahora que el de los K no da para más.

Ni los opositores ni los oficialistas traen un pan bajo el brazo, sino la larga mano del FMI; ¡ahí están para probarlo las ganancias vertiginosas de los bancos con los títulos de la deuda de Argentina!

¿Y si cortamos por lo sano y nacionalizamos los hidrocarburos, sin compensaciones –es más, reclamando indemnizaciones por los daños económicos y ambientales que han cometido y cometen?

Para lograr este objetivo, necesitamos movilizarnos con independencia de la oposición y del oficialismo de cuño capitalista.

Un escape de gas

Cuando todo el mundo esperaba que el nuevo episodio de la crisis política lo detonara el vencimiento de la delegación de poderes al Ejecutivo, la chispa la encendió el tarifazo del gas (esa delegación le permite al gobierno, entre otras cosas, fijar las retenciones a las exportaciones, como por ejemplo a la soja o el petróleo). Se produjeron numerosas protestas y movilizaciones, e incluso varios fallos judiciales adversos. Ocurre que la crisis fiscal, o sea el pago de la deuda pública y la necesidad de financiar a los contratistas del Estado, le puso fin al recurso que se había utilizado hasta ahora, que era el subsidio a las empresas. Además, los pulpos petroleros han venido saboteando en forma sistemática las inversiones de exploración y de explotación con el objetivo de volver a cobrar el precio internacional que obtenían bajo el menemismo. Argentina ya importa gas y, en poco tiempo más, deberá importar petróleo. Hace dos semanas, el gobierno les aumentó a las compañías de hidrocarburos el gas en boca de pozo. Tuvo para ello el apoyo de la burocracia sindical de petroleros privados, que pretende que el aumento redundará en un cese de los despidos y en aumentos de salarios, pero sabe perfectamente que no será así. El otro aspecto del tarifazo es el cargo fijo que le permite al gobierno pagar el gas importado, cuyo precio es muy superior al interno. Como se trata de un impuesto cuya sanción es facultad del Legislativo, numerosos jueces lo declararon inconstitucional. El tarifazo gasífero es una expresión de la completa bancarrota del llamado ‘modelo productivo’ de los K, que es el nombre de fantasía que el oficialismo ha puesto a una política de subsidios a los capitalistas. En vísperas de la crisis mundial, este ‘modelo’ le permitió a las empresas que cotizan en la Bolsa declarar las ganancias más altas de la historia. Ahora, ese mismo ‘modelo’ ha bancado una fuga de capitales que se acerca a los 50 mil millones de dólares, también ella la más alta de la historia. El ‘modelo productivo’ hace agua frente a la inmensa caída de la producción industrial; al igual que lo que ocurrió con De la Rúa en octubre de 2001, los K perdieron las elecciones en el punto mayor de la recesión económica.(Leer más aquí)

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Los curas necesitarían educación sexual

El obispo Héctor Aguer habló por toda la Iglesia cuando embistió contra los contenidos de un manual de formación docente sobre educación sexual, un compendio de diversos artículos editados por el Ministerio de Educación y el de Salud. Presidente de la Comisión Episcopal de Educación Católica, Aguer acusa al manual de “ateo” y de padecer “inspiración neomarxista”, inducir a la fornicación “lo más temprano posible y sin olvidar el condón” y de presentar la sexualidad “como una construcción histórica y sociocultural”. Semejantes aberraciones autorizarían a que los humanos hagan “con su bíos lo que quieran, incluso hasta transformarlo según sus fantasías y sus trastornos de personalidad”, libertades que “otorgan carta de ciudadanía a la homosexualidad y sus variantes”. La inclusión de nociones sobre la “desigualdad de género” expresaría una “imposición totalitaria del Estado” a través de una teoría que “detesta la distinción y la complementariedad de los dos sexos y, con el propósito de liberar a la mujer, la masculiniza y destruye su femineidad”, desconociendo, dice Aguer – aquí llegamos–: “la vocación maternal que es propia de la condición femenina, de su genio, y que constituye su gracia peculiar”.

“El ‘empoderamiento’ de la mujer, como superación de las relaciones hegemónicas de poder, implica introducir la potencia destructiva de la dialéctica en el seno de la familia”, se exaspera el prelado, que ve en el texto “una velada amenaza a la libertad de enseñar y aprender la verdad” ya que “resulta una especie de religión secular, ajena a la tradición nacional y a los sentimientos cristianos de la mayoría de nuestro pueblo.” Jorge Videla no lo hubiera dicho mejor: sólo faltan los subversivos. (Leer más aquí)

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La ‘salida' capitalista a la bancarrota capitalista

En la reciente zafra de balances trimestrales, una mayoría de industrias norteamericanas ha revelado ganancias “mayores a las esperadas”. En medio de la crisis mundial, el ‘enigma’ tiene mucho de parecido a los superávit comerciales que registran numerosas naciones ‘emergentes’ que, sin embargo, están exportando menos: ocurre que importan mucho menos aún. Así, las empresas en cuestión también venden muchísimo menos, como resultado de la crisis, pero sus ganancias derivan de un recorte “furioso” (textual de los diarios) de costos. Aunque han ‘ahorrado’ fuerte mediante la reducción, también drástica, de sus inventarios, la fuente principal de los mayores beneficios ha sido una mayor tasa de explotación de la fuerza de trabajo. Aunque la crisis se acentúa, los accionistas cobran sus dividendos. De todos modos, no todo son rosas: la reducción del valor de la fuerza de trabajo lleva, en determinado punto, a la deflación; uno, como consecuencia de la caída del consumo; dos, como consecuencia de la mayor competencia que provoca el mayor rendimiento de la fuerza de trabajo en relación con el capital utilizado. La deflación implica la mayor generalización de la crisis. La historia de las crisis capitalistas demuestra que el punto de partida de una recuperación pasa por la revalorización de la fuerza de trabajo (el precio de la canasta familiar cae más que el salario) y por la desvalorización del capital (un capital más barato eleva el porcentaje de la ganancia sobre la inversión). Pero para llegar a esto habrá que atravesar aún una fase de catástrofes económicas y políticas. (Leer más aquí)

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